El 04 de febrero de 2000, La Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas decidió consagrar el 20 de junio de cada año como día mundial de los Refugiados.  Esto con la finalidad de conmemorar los 50 años de la Convención del Estatuto de los Refugiados de 1951, en el cual se consagran los conceptos jurídicos rectores de la protección internacional a estas personas. Lo que surgió en un principio como una fecha que recuerda un tratado internacional, se ha convertido en el tiempo en la ocasión para recordar a todos los pueblos del mundo la condición de quienes  han tenido que abandonar su tierra, por fundado temor de su vida, traspasando las fronteras de los países en búsqueda de la dignidad y libertad perdidas.

El Servicio Jesuita a Refugiados JRS-Venezuela, siendo fiel a su misión de acompañar, servir y defender a quienes se encuentren en dicha situación,  no desaprovecha cualquier oportunidad en la cual se pueda hacer pública, no solo la situación de los refugiados del mundo, sino también sus historias llenas de coraje, resiliencia, resistencia y lucha por su dignidad. Tanto este día, como la jornada mundial de los migrantes, promovida por el papa Francisco, son ocasiones en las cuales ponemos en la palestra mediática la realidad de la migración humana forzada, con sus historias de humanidad y valentía. Lo cual no es óbice para que también exijamos de los Estados y promovamos en las comunidades, las acciones y programas que garanticen el pleno disfrute de los derechos de estas personas, disminuyan las etiquetas y estereotipos con los cuales se les suele calificar, y existan cada vez más espacios y oportunidades para la completa integración de los migrantes forzados en las sociedades que los reciben.
Igualmente, para el JRS Venezuela, nuestra misión no se agota en las consecuencias que puede aportar el encuadrar en un concepto jurídico. Sin dejar de reconocer el gran paso que se dio mediante el Estatuto del ’51 que consagró principios universales de protección para atender a este fenómeno de tanta recurrencia en el siglo XX y en lo que va de siglo XXI,  nuestro va mucho más allá, al tratar de reconocer en cada una de las personas afectadas por la movilidad humana forzosa, ese vínculo de fraternidad y solidaridad que nos interpela y nos lleva a la acción.

Muchas veces, hemos llegado con las manos llenas de mercados, enseres, papeles para ser llenados, creyendo que somos nosotros los que vamos a dar. Pero cuando los escuchamos, los acompañamos, nos muestran lo mucho o lo poco que han podido hacer, para acomodar a su familia, para generar un extra ingreso, para divertir y entretener a sus niños, somos nosotros los que nos llenamos de su sabiduría, de su creatividad y de su valor para seguir adelante y generar confianza. Que mejor escuela que esta, en donde nuestros propias hermanas y hermanos, después de haber migrado e incluso retornado, nos enseñan valores y principios innegociables de humanidad. Confesamos que, además de atender las necesidades indudablemente les aquejan, hemos aprendido de ellos la constancia, la humanidad, la apertura, la fortaleza y la alegría en medio de la adversidad, que a su vez ha caracterizado también el trabajo del JRS en el mundo entero.

¡A nuestras hermanas y hermanos refugiados, maestros en humanidad del JRS, Gracias! ¡Su testimonio de solidaridad nos comprometen a seguir acompañándolos, defendiéndolos y sirviéndolos!
Construyamos Humanidad

Que la distancia no sea impedimento para expresar nuestros sentimientos a las personas que más queremos.

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